Tras la llegada a la estación de autobús de Fez, cogí taxi hasta la estación de tren para comprar el billete en primera que cogería dos días después. Una vez solucionado eso, de nuevo tuve que regatear para conseguir un petit taxi a precio decente que me dejara en la zona de entrada a la medina y encontrar albergue. Tras dos intentos, finalmente encontré uno barato pero algo ruidoso, el Hotel Cascade con vistas a Bab Bou Jeloud, una de las puertas de entrada a la medina y tuve el primer contacto gastronómico con Fez, una hamburguesa de camello en Café Clock a precio guiri…
Esperaba encontrarme con una medina repleta de gente intentando venderme de todo pero estaba absolutamente vacía y con la gran mayoría de negocios cerrados. Tras alguna hora caminando por la medina de Fes el Bali (perdido por supuesto), me percaté de que era viernes y como cualquier domingo en España, era normal ese ambiente calmado y sin tiendas abiertas.
Aún así decidí hacer el recorrido recomendado en Lonely Planet. Empecé por la Madrasa Bou Inania y más tarde conseguí que un niño marroquí por unos dirhams me guiara a ver las curtidurías de cuero, absolutamente perdidas en el laberinto de calles. Por supuesto me llevó a la tienda de un conocido suyo que estaba recién levantado de siesta. Con un poco de mal humor me subió hasta su terraza con vistas a las curtidurías y sus pocas ganas de explicar, el sueño y sus ganas de vender dieron como resultado una experiencia no muy agradable como explico en el vídeo. A cambio de un pequeño enfado del hombre y de unos empujones me ahorré los típicos dirhams que siempre piden por esta experiencia…
El paseo por la vacía medina continuó por la Plaza Nejjarine, pasando por la Zagüía de Mulay Idriss, centro relogioso en la que volví a aparecer sin querer tras perderme durante 1 hora. Tras reubicarme conseguí llegar a la Universidad islámica de Qarawiyyin o Al-Karaouine, la más antigua de la historia y ahora reconvertida en mezquita.
Finalmente, con el deseo frustrado de disfrutar del hammam en Plaza Seffarine, cogí un taxi con dirección a Borj Nord, una zona alta de la ciudad desde la que se disfruta una vista genial de toda la medina de Fez el Bali. Recomendable 100% para terminar una larga jornada de “pateo” por la ciudad.
El día estaba bonito así que decidimos lanzarnos al monte y trepar como las cabras que nos íbamos encontrando en el camino. Una buena manera de ver el pueblecito desde lo más alto y de hacer algo de ejercicio, que nunca viene mal. Eso sí, cuidado con el sol, el amigo Lorenzo calienta bien por Marruecos y me hicieron falta varios litros de aceite de Argán para arreglar el quemazón que me llevé gratis 😉
Y para finalizar el paso por ChefChauen, nos enteramos gracias a una charla con los locales que la última noche que estaría allí nos sorprendería con una fiesta multitudinaria en una de las plazas del pueblo…
El Jardín de la Alegría marroquí… Mohamed y la fábrica de chocolate… Muchos títulos se me ocurren para esta visita a una de las muchas plantaciones de Marihuana de Chauen.
Aunque en la zona había campos de cultivo de Cannabis muchos más frondosos y amplios, éste nos resultó curioso por su ambiente íntimo. Una pequeña casa, una familia, una perrita y varias decenas de plantas, todo rodeado por un riachuelo y grandes árboles, así era el oasis verde de nuestros anfitriones.
Fuimos recibidos con un rico té menta junto con una muestra de aceite de Cannabis, pasando después a las explicaciones del proceso de fabricación del hachís: cultivo y secado de la planta, paloteo de la hierba seca, recogida del polvo y posterior calentado y compactación. Del cómo se fabrica el hash pudimos saber todo, de la parte de distribución y venta, no se daban muchos detalles…
A pesar de las advertencias que pude leer en las guías, era una experiencia que no quería dejar pasar por lo curioso de la situación. Planteado como un peculiar negocio familiar y una muestra más del buen trato al viajero y de la vida en calma del pueblo de ChefChauen.
¿Qué os parece? Si tenéis alguna duda, escribidme 😉
Nada más llegar, surge el recibimiento en la estación de autobús de Chauen por parte varios guías “no oficiales” y tras elegir a uno, por pocos dirhams nos deja en la puerta del Hotel Mauritania. Un lugar recomendado en Lonely Planet, de ambiente joven, limpio y cómodo en el que dormí y conocí a varios amigos mexicanos/alemanes con los que pasé los 2 días siguientes. Mi primera etapa solo por Marruecos, en Chauen, pueblo famoso por su Medina azul y sus plantaciones de Marihuana.
Había ganas de descubrir los rincones de Chef-Chaouen y empezamos por la cercana Plaza Uta el-hammam, saciando el hambre con un Tajín en Casa de Aladín (La Lámpara Mágica), un restaurante con azotea en el que disfrutar de geniales vistas del pueblo y las montañas del Rif.
Tras coger fuerzas pusimos rumbo a la Mezquita española (Jemaa Bouzafar) que se encontraba a 2 km y estando en zona de montaña, todo en cuesta, claro. Durante el paseo, cruzamos la preciosa Medina azul, un auténtico laberinto de calles que ofrecen a cada paso rincones dignos de fotografía. Con las pequeñas puertas de las casas y el intenso azul, pensaba estar en una aldea de Pitufos y claro, si unimos esto al buen trato de los locales hacia los viajeros, yo como en casa 😛
Al dejar la pintoresca Medina atrás, salimos a la Cascada de Ras El-Maa, donde los locales se refrescan y lavan su ropa. Es el punto previo a entrar al Parque Nacional de Talassemtane (que pasearemos en otro post) con dirección a la Mezquita española. Un trayecto de poco más de 15 minutos que va ofreciendo vistas geniales de Chauen al ascender. Pero la imagen más espectacular es la puesta de sol se disfruta desde la propia Mezquita española. Un lujo de atardecer en capas, con el sol sobre las nubes, las montañas y el pueblo de Chauen. ¡Mejor miradlo!
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